lunes, 1 de noviembre de 2010

No era el frio quién me hacía temblar

¡Que difícil explicar ese torrente de emociones que me han recorrido hoy! En tan sólo unas horas he pasado de la desgana y el cansancio, a la pena; de la pena a la emoción y de la emoción a la rabia. Que duro reconocer que no soy más que el reflejo de esa mujer valiente que quiero ser. De esa mujer práctica. Una hora antes de encontrarte (¡sí, por sorpresa!) había jurado y perjurado que ya no esperaría tu llamada, y que tampoco sería yo quién diera ese paso, esta vez no. Pero, al verte, me he puesto a temblar, he disimulado como siempre hablando de cualquier cosa, encogida y con las manos en los bolsillos... sin poder controlar ese tembleque cada vez que te me acercabas. Ahora, ya en casa, escribo enfadada, ...con el mundo, con las redes sociales tan indiscretas siempre,... con la gente que no entiende, que no sabe,... O quizás soy yo, que vuelvo a estar ciega otra vez. Cegada por nada, por aire, por palabras que escucho a lo lejos, por recuerdos,... cegada por la bruma que queda entre nosotros. ¡Si! es sólo bruma, aire que se pega a mi y no me deja olvidarte. ¡Maldita sea! ¿Ella también es bruma? Porque no se va de una vez por todas y nos deja en paz, porque cada vez que ella aparece, te olvidas de mí,... porque no disimulas, con las manos en los bolsillos y encogido... Porque se me hace tan evidente, y sigo igual, esperando,... esperando a que tiembles por mi, mientras me hablas de esas chorradas que tanto me gusta escuchar.